27 November 2016

Canciones que deberían ser más conocidas (XXII)




No, no son Coldplay cantando en sueco. Pero esta canción, ¡qué digo canción!, este HIMNO también pide un estadio lleno de gente desgañitándose en el estribillo (dicho y hecho: aquí pueden ver a un puñado de suecos viniéndose arriba en el clímax [minuto 2:35]; bueno, viniéndose arriba discretamente, muy discretamente). Ahora que se acercan las navidades, aprendamos a convertir un riff campanillero machacón en algo emocionante.

Hallelujah - [Ingenting]

14 November 2016

Si ya está escrito, me gustaría leerlo

Novela. El protagonista nos cuenta en primera persona su experiencia como integrante de un jurado popular, desde su designación hasta el último día del juicio. Al acusado se le juzga por el asesinato de un familiar muy cercano, menor de edad. Hay muchos indicios en su contra pero ninguna prueba concluyente. Él, por supuesto, se declara inocente de todos los cargos. Su versión de los hechos no es demasiado sólida pero resulta imposible saber con certeza si miente o no. Tampoco hay un móvil claro. Las principales hipótesis que se barajan son casi inconcebibles, dada la relación del acusado con la víctima. Asumir que es culpable supone renunciar a la comprensión.




No es un thriller (el protagonista no corre ningún peligro) ni una novela policíaca (ningún personaje va a resolver el caso). Se parece más al relato que podríamos hacer cualquiera de nosotros después de haber pasado por una experiencia parecida. Se acerca a la crónica pero sin pretensiones de objetividad. El protagonista da todo tipo de detalles sobre el desarrollo del juicio y las deliberaciones del jurado, sin ocultar sus impresiones sobre el resto de los miembros (no habrá reseña que no mencione Doce hombres sin piedad). Dos temas principales: la imposibilidad de conocer la verdad, la justicia.

02 November 2016

Simes y nomes del quinto bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque tampoco es tan difícil, caray.


  • Lo que sí:


Las lecciones peligrosas, de Alissa Nutting

Resulta que no todas las historias están contadas. Esta de una profesora de veintiséis años que se dedica a seducir a chavales de catorce no la habíamos leído nunca. No creo que, a estas alturas, escandalice a nadie —la mayoría de los adolescentes de catorce estarían encantados de que una profesora buenorra se les insinuase— pero sí que hay algo perturbador en la protagonista. No tanto en sus hábitos sexuales, como en su capacidad de fingimiento y en su obsesión con la juventud. En varias ocasiones durante la lectura me acordé de La mano que mece la cuna. Uno llega a disfrutar viendo cómo se las apaña la protagonista para salirse con la suya. Es el morbo (criminal más que sexual) el que tira de la lectura. Hay quien la compara con Lolita (a la inversa), pero no tiene nada que ver la una con la otra. Las lecciones peligrosas es una novela de género. De género negro. Y bastante aceptable, además.

Belle de Jour, de Joseph Kessel

Vi la película de Buñuel hace un porrón de años y reconozco que no la entendí del todo. Para ser más preciso: a quien no entendí del todo fue a la protagonista. ¿Disfrutaba o no disfrutaba? La interpretación de Catherine Deneuve tampoco es que ayudase demasiado; cuando un francés pone cara de lechuga no le pidas que te la explique (dicho esto con su puntita de piropo, que conste). La novela, en cambio, es bastante clara. Lo que le pasa a Severine, la protagonista, es que un buen día descubre que prefiere el sexo cuando va asociado a su poquito de suciedad, imposición y urgencia, y aunque adora a su marido, con él no puede tener eso. En definitiva, la clásica escisión entre follar y amar. Hoy por hoy, en la era de la hipersexualización, el enfoque del libro puede sonar un poco anticuado pero que tire el primer gel frío-calor quien no se haya asomado nunca a la fatídica grieta.

Sin novedad en el Orient Express, de Magnus Mills

Al llegar al final, uno se da cuenta de que lo que ha leído no deja de ser un chiste alargado. ¿Gracioso? Bueno, el golpe final no es lo mejor. Lo mejor es cómo se va complicando poco a poco la situación del protagonista hasta casi rozar el absurdo sin que nadie —ni siquiera el propio protagonista— se extrañe demasiado (nadie en el relato, quiero decir; el lector sí). Quizá eso (que el protagonista se deje enredar en la madeja sin apenas rechistar) sea lo que más diferencie la novela de los referentes con los que podríamos compararla: Kafka, Jo, qué noche.  Y quizá también ahí sea donde se encuentre el mensaje de la historia: la facilidad con la que nos dejamos uncir al yugo laboral

Sound of My Voice, de Zal Batmanglij

Siento debilidad por las historias en las que no se sabe si uno de los personajes está mintiendo o no y esa duda bifurca la interpretación de los hechos. Un ejemplo muy conocido sería Instinto básico (¿Catherine Tramell es una asesina?). Mi gozo se intensifica cuando hay elementos sobrenaturales en juego, como ocurre en otra película, no tan famosa, que me fascina: Agnes de Dios (¿realmente ha recibido la monja la visita de Dios?). Y después de esta introducción voy y les cuento que Sound of My Voice trata sobre una pareja que se infiltra en una secta para hacer un reportaje de investigación y se encuentra con que no les resulta tan fácil decidir si la líder de la secta miente o dice la verdad sobre su extraordinaria procedencia. Y entonces, inmediatamente, ustedes entienden por qué la película se lleva un sime.

Experimenter, de Michael Almereyda

Todos los biopics son falsos, fallan en su intento de ofrecer un retrato del personaje en cuestión. Lo único que puede salvarlos (al menos parcialmente) es que consigan explicar en qué consistió el logro que hizo famosos a esos personajes. Desde esta perspectiva, Experimenter acierta de lleno al prescindir totalmente de la parte del retrato (las motivaciones internas de Milgram o la relación que tuviese con su mujer importan un pito) y centrarse en lo que realmente importa: el experimento. La película lo presenta, además, de una forma bastante crítica, sin ocultar las limitaciones de los planteamientos de Milgram. En resumen, interesante para aquellos a quienes les guste la divulgación. La divulgación y Winona Ryder.

Elle, de Paul Verhoeven

Hay una escena en la película que a Isabelle Huppert debió de costarle mucho rodar. Me la imagino la noche anterior en su cama, enferma de dudas: "¿Seré capaz de hacerlo? ¿Podré soportarlo?" Se trata de una escena en la que su personaje sonríe enseñando los dientes. Y sí, por difícil de creer que sea, Isabelle sonríe enseñando los dientes. De hecho, Isabelle Huppert consigue la interpretación más entrañable y más simpática de su carrera, sin abandonar —claro que no— ese estereotipo de estirada retorcida perversa te miro y quieres desaparecer que ella frecuenta. Verhoeven (director), Birke (guionista), hay que tener el alma muy negra para conseguir que nuestras simpatías estén con Huppert. Vaya una películita ambigua, escabrosa y regocijante nos habéis regalado. Sale uno del cine con ganas de darse una ducha.

La reconquista, de Jonás Trueba

Mientras veía La reconquista no podía dejar de pensar en lo acostumbrados que estamos a que las películas estén llenas de elipsis y a que las escenas tengan una duración funcional para evitar aburrir al espectador, como en una especie horror vacui narrativo. Y si no podía dejar de pensarlo es porque Jonás Trueba no corta donde cortarían la mayoría de los directores/guionistas. Los dos protas van a un bar, al concierto de un cantautor, y asistimos —asistir es la palabra— a la interpretación de tres canciones enteras (!!!) del reperterio. Por la mañana temprano el chico vuelve a su casa en moto y la cámara lo sigue por las calles de Madrid desde que arranca hasta que llega a su destino, con muy pocos cortes por el medio. Y en ningún momento resulta aburrido. Al contrario, no hay manera de apartar la mirada. ¿Que la película es un poco cursi? Sí. ¿Que la segunda parte decae un poco (diálogos que rechinan en boca de los actores)? También. ¿Que la nouvelle vague ya lo había hecho antes y mejor? Puede ser. ¿Pero saben qué les digo? Pequeñeces.

Después de nosotros, de Joachim Lafosse

Empecemos con un tópico: el título original es mucho más esclarecedor: L'economie du couple. Cuando el amor se acaba solo queda la economía. Me debes. Te debo. Me pagas. Te pago. La película me dejó un poco frío, la verdad. Todas las escenas (menos una) transcurren en la casa de los protagonistas y me pasé todo el tiempo haciendo un plano mental de la distribución de las habitaciones. Pero sí que hay una escena que me gustó mucho e incluso me emocionó —por lo que ocurre, por cómo está rodado y por la interpretación de Bérénice Bejo— y que justifica (me pillan tontorrón) subir la película al grupete de lo que sí. Quien haya visto la peli sabrá a qué escena me refiero.


  • Lo que no:


Asfixia, de Chuck Palahniuk 

Mi primer Palahniuk. Probablemente el último. Al principio me gustó, no crean. El capítulo del tío con el mono y los cacahuetes me pareció francamente bueno. Pero el esquema se repite demasiado: Palahniuk presenta una única escena por capítulo y durante el desarrollo de esa escena va repitiendo machaconamente un mismo motivo. Da la impresión de que para Palahniuk la unidad narrativa es el capítulo. Cada uno de ellos tiene la coherencia de una redacción escolar con un tema dado. Pero más allá de los límites del capítulo, Palahniuk se pierde, no es capaz de montar un conjunto compacto, se deja por el camino cosas que parecía que iban a tener más peso (el grupo de terapia para adictos al sexo) e insiste en otras menos interesantes (la relación con la psiquiatra). El hilo narrativo —que podríamos resumir en ¿qué hago con la loca de mi madre?— es muy débil, no basta para ligar la mayonesa. La novela se queda en una colección de estampas escabrosas demasiado parecidas entre sí.

Al final lo que hace que avancemos en la lectura no es el estilo del autor ni el interés por la historia sino las curiosidades sórdidas que siembran el texto y lo convierten, por momentos, en una versión oscura de esas secciones de QUO o de MUY INTERESANTE del tipo ¿Sabías que...? Me imagino a Palahniuk leyendo un artículo científico sobre penes del mundo animal y pensando: esto lo tengo que incluir en mi próxima novela como sea. Me esperaba algo más gracioso y subversivo, la verdad.

El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson

No es que tenga nada malo muy malo que decir de esta novela. Es entretenida (moderadamente) y se lee con facilidad. Mi problema es que la novela —como se pueden imaginar ustedes por el título— trata del libro que ha escrito la señorita Buncle, un libro maravilloso, agudo, divertidísimo, según afirma constantemente la mayoría de los personajes que lo leen (los personajes positivos, al menos), y entonces yo me pregunto: ¿por qué Stevenson no nos da a leer ese libro de la señorita Buncle, tan perspicaz y sutil, en vez de esta novela que trata sobre el libro que ha escrito la señorita Buncle, que no es especialmente divertida, ni maravillosa, ni aguda?

La mujer de la habitación oscura, de Minetarô Mochizuki

De Mochizuki conocía Dragon Head —una serie con un comienzo brutal que siempre me viene a la cabeza cuando voy en tren por un túnel— y sabía que se trata de un autor con talento para la creación de atmósferas inquietantes. Había leído, además, que hay gente que considera La mujer de la habitación oscura uno de los cómics más terroríficos jamás escritos/dibujados. Así que, con estos antecedentes, se pueden figurar ustedes la ilusión con que comencé la lectura. ¿Se han imaginado mi carita risueña? Pues ahora péguenme una bofetada.

Reconozco que el cómic tiene alguna viñeta efectiva, pero en conjunto le veo bastantes más fallos que aciertos. Es demasiado reiterativo, las escenas de acción son muy confusas, el autor hace que los personajes piensen o digan ciertas cosas con el único propósito de que el lector entienda algo que debería haber entendido solo con mirar los dibujos, y lo que más me molesta —algo muy común en el género fantástico y de terror— los personajes se empeñan en no aceptar una explicación sobrenatural de los hechos cuando TODO apunta hacia esa posibilidad.
Mi loco Erasmus, de Carlo Padial

Menudo tostón. La culpa es mía, por insistir con el posthumor (y sus aledaños) cuando sé de sobra que no me hace puta gracia. Lo único bueno que puedo decir de este pseudodocumental es que la abuela del protagonista es una señora realmente entrañable. Las dos o tres escenas en las que ella aparece son las únicas que tienen algo de interés. Padial, ahí es donde tenías la mina, y no en el plasta del nieto.

De Palma, de Noah Baumbach y Jake Paltrow

Brian de Palma repasa su carrera, película por película, comentando sin demasiado entusiasmo algunas de las decisiones tomadas. No parece que tenga gran cosa que decir. No es un saco de anécdotas (a diferencia de Wilder). No da lecciones (a diferencia de Hitchcock). No tiene alma de conferenciante (a diferencia de Bogdanovich). No transmite pasión (a diferencia de Scorsese). Ni siquiera se le ve interés en reivindicar sus logros artísticos (a diferencia de Capra). Da lo mismo. Aunque el documental no tenga mucho interés, para mí siempre será uno de mis directores favoritos.

Magia a la luz de la luna, de Woody Allen

La moraleja de la película —porque sí, estamos ante una fábula con moraleja— se sostiene sobre uno de los tópicos que más detesto, por simplista y engañoso: no elegimos de quién nos enamoramos. Esto lo usa Woody Allen para decirnos que incluso la persona más escéptica y pragmática del mundo (por ejemplo, un mago/ilusionista que no cree en el más allá) deberá admitir que existe algo en el universo que escapa a la razón, algo que depende más de la fe que de la evidencia, algo verdaderamente mágico: el Amor... [Amor, Amor]
BÓ-BÁ-DÁS
Pero lo peor no es ya que el guión de Allen esté sembrado de falacias, plantee falsas dicotomías y mezcle churras con merinas espolvoreándolo todo con cursilería, lo peor es que la película aburre.