29 August 2015

Simes y nomes del cuarto bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque no vamos a ser menos rotundos que una margarita.

  • Lo que sí:

No hay más preguntas, de David Nicholls

Les adelanto que ninguno de los libros que he leído este bimestre me ha entusiasmado. Si les pusiese iconos, no se merecerían el de la sonrisa semicircular (o Matutano); como mucho, el de la sonrisa lineal (o Esperanza Aguirre). [Por cierto, si buscan smiley en Google tendrán el placer de contemplar varias imágenes de una película de terror en la cual el asesino tiene cara de smiley. Así como lo leen. Muy pero que muy perturbador.] Este libro de Nicholls, por ejemplo: recuerdo que mientras lo leía me sentía cómodo y contento (como cuando vas a tu cine favorito y nadie se sienta en la fila de delante), pero ahora, dos meses después, tampoco es que lo recuerde con un cariño enorme (como cuando te comes una musaka deliciosa de la que tu cuerpo, sin embargo, se quiere librar cuanto antes). A David Nicholls se le tiene por una especie de Hornby más centrado en la temática amorosa. Creo que fue Miqui Otero quien dijo que Nicholls hacía chick-lit para tíos. Sin ser ningún experto en chick-lit (ni en Nicholls) creo que puede ser una comparación acertada: chico conoce a chica, conquista, enredos, equívocos, dudas, autodesprecio y humor, mucho humor blanco. Para ser justo, diré que el tema principal va mucho más allá de la anécdota amorosa; en la contraportada lo explican con una frase acertada: la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría. Una buena novela ligera.

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de David Foster Wallace

Lo primero: me he leído la edición de la editorial Debolsillo, que solo incluye la crónica que se titula como el libro (la edición de Mondadori incluye algunos ensayos más). Lo segundo: me ha decepcionado. Después de haber leído tantas veces en la blogosfera que los ensayos de David Foster Wallace consiguen que veas las cosas bajo otro punto de vista, me esperaba algo con más sustancia. No puedo decir que este libro haya cambiado la idea que ya tenía sobre los cruceros (sin haber estado en ninguno). Pero bueno, me ha entretenido, me ha hecho reír un par de veces y me ha dado a conocer algunos datos curiosos que, estoy seguro, no olvidaré fácilmente (ay, la hipnosis).

Una historia en bicicleta, de Ron McLarty

Seguro que alguna vez han leído un libro de esos que alternan dos planos narrativos (pasado/futuro, personaje-1/personaje-2, realidad/ficción) y les ha parecido que uno de los planos era mucho menos interesante que el otro y han deseado que el autor lo hubiese eliminado o que, al menos, hubiese reducido su extensión. Pues eso me ha pasado con esta novela. La historia de la hermana en el pasado, tan emotiva, me tenía muchísimo más enganchado que el viaje del prota en el presente, más sensiblero. Devoraba un capítulo, resoplaba un poco con el siguiente. De todas formas, la novela se tenía ganado el sime desde las primeras 50 páginas (más o menos). Vaya arranque, amigos. Estaba en la playa y me olvidé hasta de bañarme.

La promoción del 49, de Don Carpenter

El anuario del instituto, esa base de datos tan eficaz a la hora de identificar perdedores y capturar asesinos escurridizos (¿para cuándo una película española en la que se atrape al malo gracias a la orla de la universidad? Amenábar, tienes deberes). Este libro tiene vocación de anuario. Detiene la vida de un grupo de chavales en el año de su graduación en el instituto. Cada capítulo es casi como la foto de un personaje en algún momento de ese año, con la familia y los compañeros al fondo. La mayoría de los personajes reaparecen en las fotos de los demás, más o menos cerca de la cámara, así que el libro se lee al mismo tiempo como una colección de cuentos y como una novela. Yo me lo leí en una tarde. Es corto, directo y tiene una fluidez adictiva. De todo el bimestre, quizá sea el que mejor recuerdo me ha dejado.

The Skeleton Twins, de Craig Johnson

¿Por qué hay tantas películas que tratan sobre el amor y las relaciones de pareja, sobre la amistad, sobre los conflictos entre padres e hijos, y tan pocas, en comparación, que tengan como tema principal las relaciones entre hermanos? Una excepción: los hermanos gemelos. Al cine le encantan los hermanos gemelos (sobre todo si uno es bueno y el otro malo). En esta película los protagonistas son mellizos pero la verdad es que podrían no serlo y no habría ninguna diferencia (esto no es Inseparables, no). A mí me ha conquistado por la verosimilitud de la relación entre los protagonistas, que seguramente debe mucho a la química que hay entre los actores. Casi todas las escenas en las que coinciden son fantásticas en ese sentido. Ha sido una recomendación de Talita y un gran acierto.

Bob Esponja: Un héroe fuera del agua, de Stephen Hillenburg y Mark Osborne

La fórmula es muy antigua: protagonista noble y bondadoso + secundarios peculiares y graciosillos. Los de Disney la llevan grabada a fuego. Pero imagínense por un momento que alguien decidiese retorcer el esquema e hiciese una película coral solo con secundarios peculiares y graciosillos. Suena bien, ¿no? ¡Pues aquí la tienen! (Cantando:) ¡Booob Espoooooonja ya llegó! Una de las películas con las que más me he reído este año. Pura diversión en vena. Si les gustan las comedias sin ternurismos empalagosos ni moralinas edificantes, si el reconocimiento acrítico en torno a Pixar les da un poco de rabia (yo nunca les perdonaré esto), si son capaces de apreciar maravillas como El gato, tienen que verla.

Les combattants, de Thomas Cailley

Sí, es de amor. Sí, es francesa. No, no es ñoña. No, no es dramática. La crítica destaca los giros del argumento: casi cambios de género, dicen. Bueno, es cierto que la película está dividida en tres segmentos muy diferenciados pero la transición entre ellos es bastante natural y coherente. No hay grandes vuelcos. En el fondo no son más que cambios de escenario. Tiene otras cosas más destacables: los actores (la manera de moverse de ella, la sonrisa de él en la cena familiar: premiados en los César), el tono (es como una comedia de tapadillo: en el cine se oían algunos jijis tímidos, no todos de este servidor, pero la mayoría de la gente permanecía impasible o —digo yo— se reía hacia adentro), algunas escenas (el momento en que él se da cuenta de que no quiere separarse de ella, el maquillaje, las agujas de pino: la sensualidad también era esto), la subversión de los estereotipos de género (esto no se lo explico: vean la película, qué leches).


  • Lo que no:

Las ovejas de Glennkill, de Leonni Swann

SINOPSIS: Un rebaño de ovejas investiga la muerte de su pastor en circunstancias extrañas. 

EXPECTATIVAS: Humor y trama detectivesca. 

PUNTO EN EL QUE ME EMPECÉ A ABURRIR: Mucho antes de llegar a la mitad. 

PROBLEMA 1: Una gran parte de la gracia se supone que está en los errores que cometen las ovejas a la hora de interpretar el lenguaje y el comportamiento humano. Ahora bien, para que sea posible una mínima interpretación es necesario que las ovejas entiendan una parte de lo que hacen y dicen las personas (por ejemplo, aunque muchas veces se les escapa el verdadero sentido de lo que escuchan, sí que entienden el habla humana). El problema es que no queda claro por qué las ovejas entienden unas cosas y, sin embargo, malinterpretan otras; cuando se insinúa alguna explicación, esta no resulta nada convincente. El único criterio válido parece ser: porque a la autora le conviene que sea así. 

PROBLEMA 2: Apenas hay investigación, las ovejas se limitan a espiar las conversaciones de los humanos y luego sacan sus propias conclusiones. El problema es que esas conclusiones no ayudan en absoluto a que avance la trama (la resolución del caso). El lector —que sí entiende a los humanos— siempre va un poco por delante de las ovejas. Así que, en definitiva, todo se reduce a esperar a que algún humano lo cuente todo en presencia de las ovejas, cosa que no ocurre hasta el final, como se pueden ustedes imaginar.

CONCLUSIÓN: No funciona ni como novela de detectives ni como comedia y el relleno restante aburre, aburre hasta a las ovejas (sí, me pueden denunciar por esta gracieta).

Tarde, mal y nunca, de Carlos Zanón

El meollo del asunto —un crimen de barrio— es bastante sencillo, desde el principio conocemos al autor y sus motivos, la acción principal no abarca más de un día, pero Zanón decide dar volumen a la novela con una serie de recursos que oscilan entre el acierto y el estorbo: los personajes piensan mucho, recuerdan mucho, incluso filosofan, van de un lado otro de manera un tanto caprichosa, buscándose unos a otros pero sin llegar a encontrarse, pierden el móvil, lo recuperan... En el lado positivo: acabas conociendo muy bien a los personajes. En el lado negativo: apenas hay acción, tensión o intriga, falta ritmo, por cada capítulo donde pasa algo hay otro donde no pasa nada, se pospone demasiado la resolución. Yo, mientras la leía, echaba de menos la concisión de clásicos como El cartero siempre llama dos veces o ¿Acaso no matan a los caballos?

Agosto, octubre, de Andrés Barba

La novela del "como..." y del "como si..." Prácticamente todo lo que percibe y experimenta el protagonista, un chaval que acaba de pegar el estirón, es objeto de una comparación más o menos rebuscada. Ejemplo: "Los lamió [los pezones]. A la chica le dio un ataque de risa. Era como si el aire estuviese impregnado de cosas que flotaban." En ocasiones las imágenes son sugerentes pero otras veces resultan demasiado afectadas: "Estuvo con ellos [con la pandilla] un par de horas más aquella tarde y aunque no volvieron a hablar del asunto [un problema familiar] él tenía una sensación extraña, como si sus ojos  se hubiesen vuelto un poco amarillos, verdes, blancos, brillantes, igual que los pinos y las dunas."  En cualquier caso, gusten mucho, poco o nada estas comparaciones, lo cierto es que Barba abusa del recurso. Y aquí tengo que añadir "en mi opinión", porque me consta —dense un paseo por la red— que a nueve de cada diez lectores les parece que la novela está muy bien escrita. No crean que a mí me parece mala. En absoluto. De hecho, me parece muy meritoria. ¿Por qué está entre los nomes? Demasiado estilizada para mi gusto.

Perdiendo el norte, de Nacho G. Velilla

No tengo nada en contra del cine español. La mayor parte de los chistes que se hacen a su costa en las series y en los monólogos del Club de la Comedia me parecen injustos. El año pasado, cuatro de las películas que más disfruté en el cine eran españolas (Magical Girl, Stockholm, 3 bodas de más, La isla mínima). Me resulta mucho más fácil admirar la interpretación de un actor que habla castellano que la de un actor que habla inglés. Así que, cuando veo algún bodrio como este, me da pena pensar que los detractores del cine español se estarán frotando las manos.

18 August 2015

Fobias literarias



Por último, al pasar por la balaustrada de la segunda planta, se miró en el pequeño espejo de la pared trasera. 
 
Una de las cosas buenas de tener veintidós años, o de ser Madeleine Hanna, era que tres semanas de angustia romántica, seguidas de una noche de colosal exceso alcohólico, no bastaban para hacer demasiado visibles los estragos. Salvo la ligera hinchazón alrededor de los ojos, Madeleine seguía siendo la misma persona morena y guapa de siempre. Las simetrías de su cara —nariz recta, pómulos y línea de la barbilla parecidos a los de Katherine Hepburn— eran de tal precisión que parecían matemáticas. Sólo la fina arruga de la frente delataba el carácter levemente ansioso de la persona que Madeleine creía, en esencia, ser.

La trama nupcial, JEFFREY EUGENIDES

[Traducción de Jesús Zulaika]


Esto de hacer que el personaje se mire en un espejo solo para poder insertar a continuación una descripción física del susodicho es un recurso que me da un poquito de rabia (tampoco demasiada). En general, prefiero los narradores que no buscan excusas.

11 August 2015

Tres momentos memorables de la última cosecha televisiva

No son mis series favoritas de esta temporada, ni mucho menos, pero las tres han alcanzado al menos tres cumbres de excelencia:

Unbreakable Kimmy Schmidt, S01E04

La protagonista acompaña a su jefa al cirujano plástico, un ser con este aspecto:

¿Le reconocen? Con ustedes Martin Short

Toda la escena es hilarante. Una crítica demoledora a los excesos de la cirugía plástica. Tan demoledora que hay quien cree que fue precisamente esta escena la que motivó que el Dr. Frederic Brandt, conocido dermatólogo de las estrellas de cine y obvia víctima de la parodia, se hundiese todavía más en la depresión que padecía y decidiese suicidarse unos días después. Crónica negra aparte, la escena se merece un hueco en nuestra memoria junto a los estiramientos faciales de Brazil (Terry Gilliam, 1985)

Man Seeking Woman, S01E04

El protagonista está soltero. Su hermana le invita a una cena que va a dar en su casa para unos amigos. En realidad se trata de una encerrona para liarlo con una amiga. Ellos dos, el protagonista y la amiga de la hermana, son los únicos solteros de la cena; los demás invitados, un muestrario de parejitas estomagantes, son cómplices de la encerrona.

Oh, a los dos os gustan las ensaladas. Tenéis tanto en común...

Durante la cena las parejitas se dedican a hacer ostentación de lo perfectas que son sus relaciones y de lo felices que les hace la vida en pareja, y ponen en práctica diversas estrategias para propiciar que surja algo entre los dos solteros. Todo muy torpe y muy forzado. El ambiente se va enrareciendo poco a poco hasta llegar a cotas completamente surrealistas. Hay un detalle en concreto que a mí casi me mata de risa: un gag digno de Top Secret.

Togetherness, S01E08

No puedo contar gran cosa porque se trata del final de la serie.

Matrimonios y otros fenómenos sentimentales

Solo diré que es una de las mejores escenas de calentón (sexual) que yo haya visto últimamente en una serie. Y no porque resulte excitante para el espectador (que no demasiado) sino por lo bien que queda plasmado el gradiente de la atracción entre los dos personajes, banda sonora incluida.

14 July 2015

Entusiasmos que no comparto

Sé que algún día Dios me castigará por esta sección —por ejemplo, obligándome a asistir a un recital de Isabelle Huppert basado en la obra del Marqués de Sade (en serio, ¿de qué pesadilla infernal ha salido esto?)— pero, mientras tanto, ahí van unos cuantos motivos que impidieron que este tiquismiquis de aquí disfrutase con Fargo, la serie de los hermanos Coen que no es de los hermanos Coen, tanto como el resto de sus semejantes:

[* Si no han visto la serie, mejor no sigan leyendo.]


- El primer episodio es un prodigio de ritmo, sí señor, pero los cinco siguientes —la serie tiene diez— no son más que un amasijo de vías muertas en el que lo único que llega a algún sitio es la subtrama romántica (cómo no).

- Hay un exceso de personajes bobalicones que ni son interesantes ni graciosos, y que solo sirven para entorpecer el desarrollo de la historia y alargarla.

- Llega a ser ridículo lo bien que les sale todo a los malos (que cuentan incluso con la ayuda del azar) y lo poco hábiles que son, en cambio, los buenos. Supongo que es una táctica para que los malos den todavía más rabia al espectador ("joder, ya se ha vuelto a librar el muy cabrón") pero se alcanzan tales cotas de inverosimilitud que uno se acaba refugiando en la indiferencia ("bah, otra vez que se libra el tío").  

- Hay hasta cuatro conversaciones entre distintos personajes en las que uno de ellos se pone en plan "te voy a contar una historia" y le larga al otro una especie de parábola o acertijo que, suponemos, encierra un significado profundo. Cuatro conversaciones. Cada una con unos personajes diferentes. Yo, a partir de la segunda, ya no veo a un personaje contando una historia sino a un guionista sobreexplotando un recurso.

05 July 2015

Un cuento al mes: 'Dos chicos' de Lorrie Moore


Mary salía simultáneamente con dos chicos por primera vez en su vida. Eso implicaba más ropa que lavar, un contestador automático y oscuros viajes a solas en taxis que, en Cleveland, debían pedirse por teléfono, aunque escribía postales a sus amistades recomendándolo.
Traducción de Isabel Murillo Fort


Empecé con esta sección en octubre del año pasado y hasta ahora solo he comentado cuatro cuentos. A lo mejor tendría que cambiarle el título: Un cuento al mes o cuando me venga en gana.

En mi defensa diré que no estoy teniendo demasiada suerte. A pesar de haber apostado por autores en los que tenía bastante confianza, ninguno de los cuentos que he elegido me ha entusiasmado.

Así que, con esa lógica tortuosa que me caracteriza (según la mayoría de mis amigos, conocidos y familiares), esta vez he optado por una autora en la que no tenía depositada ninguna esperanza, después de haber leído y sufrido —un poco— Al pie de la escalera. Ya les anticipo que ha sido todo un acierto: Lorrie Moore no me ha decepcionado lo más mínimo: sigue haciendo literatura para gente que no soy yo.



La protagonista del cuento sale con dos chicos a la vez y, aunque manda postales a sus amigas recomendándoles que prueben la experiencia, tiene momentos de crisis en los que se viste completamente de blanco para sentirse inmaculada. A mí esto me parece una bobada, tanto lo de escribir postales como lo de vestirse de blanco. Y lo peor es que todo en el cuento es un poco así, autoindulgente y afectado. Incluso el estilo. Les copio algunos de los fragmentos más irritantes:

Tal vez se trataba de tener todos los cariños que pudieran abarcarse en un plano espiritual más elevado, como la estantería de una tienda de comida sana, o un pino, místicamente inerte, con la vida ladrando como un perro a modo de música de fondo.
 **
Ella se puso en pie y le besó la oreja, algo delicado, una criatura marina con el viento de su beso atrapado en el interior.
** 
Por la noche, sola en la habitación del hotel, se imaginó que la fresca lejía nupcial de las sábanas la curaba, que éstas la abrazaban como un sudario, que su blancura le atravesaba temporalmente la piel y la sangre pensativa.
** 
El amor se elige como una creencia, una fe, un lugar, una caja para el corazón a la que poder llamar, como un fantasma en una casa.
** 
¿Cómo podía la vida, con parches en los ojos y dientes podridos, conducir de forma tan cruel, como una trampa, hasta el medio del mar?

Es posible que estos despliegues se limiten a reflejar la cursilería de la protagonista (ya saben: estilo indirecto libre) y que Lorrie Moore haya cargado las tintas deliberadamente para dar forma a un personaje incómodo. Quién sabe. En cualquier caso, el talento para crear personajes cargantes con un estilo engolado no está entre los que más aprecio en un escritor.

28 June 2015

Simes y nomes del tercer bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque para justo medio ya tenemos la raja del culo.

  • Lo que sí:

La sala de profesores, de Markus Orths

En España, cuna de la picaresca, a muy poca gente se le hubiese ocurrido escribir algo así: una comedia en la que se alcanza la comicidad por el exceso de celo que muestran los personajes en el cumplimiento de las normativas y por la mala conciencia que les da saltárselas. Markus Orths es alemán. Su humor tiene un componente lógico bastante acusado. Se podría decir que pone bocabajo el sistema educativo por reducción al absurdo: esto está mal porque si lo cumpliésemos a rajatabla, caeríamos de lleno en el ridículo más absoluto. Yo me he reído.

Visto para sentencia, de Rafael Reig

Como novelista, de momento, no me acaba de convencer. Me he leído Guapa de cara y Lo que no está escrito y me parece que Reig tiene un gran talento para exponer mediante metáforas y símiles en qué punto se encuentran sus personajes  pero no para contar cómo pasan de un punto a otro. En otras palabras, sus narraciones tienden a ser un poco estáticas. Como articulista, en cambio, me encanta. Argumenta sus opiniones con mucha gracia, es socarrón, un poco malicioso, contundente cuando habla de los libros y de los escritores que no le gustan (los pomposos, pedantes y pesados) y apasionado cuando habla de los que sí le gustan (Huckleberry Finn). Este libro es una recopilación de artículos sobre el mundo literario, así que bien. Muy bien. Estupendo.

Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron

Antes de nada: NO ES PARA TANTO: ¿mejor libro de 2012 para la revista Rockdelux? ¿Tan soso fue ese año? A lo que más se parece es a una película: una de esas películas independientes cuquis (no chungas), independientes de barrio bien (no de extrarradio), con un protagonista majete pero demasiado introvertido que quizás lo único que necesita para superar esa pequeña crisis que atraviesa es abrirse un poco a los demás y perder el miedo (EL MIEDO). Me atrevería a decir que es casi un guión cinematográfico: por la duración de la historia, por la división en escenas, por la estructuración de los flashbacks, por la abundancia y la fluidez de los diálogos... (de hecho, ya hay película). No llega a emocionar (al menos a mí) pero es una lectura sumamente agradable.

Bajo la piel, Michel Faber

Esta novela ha estado a punto de caerse hacia los nomes. ¿Por qué? Por repetitiva. Ha habido varios momentos durante la lectura en los que me he dicho: como sea todo el rato igual, con la prota recogiendo autoestopistas, la dejo. Por suerte, a partir de la llegada de un personaje que funciona como catalizador, han ido apareciendo elementos nuevos y he podido llegar hasta el final, si no entusiasmado, sí razonablemente satisfecho y con la sensación de no haber perdido el tiempo. Aún así, es de las pocas veces que he leído el libro antes de ver la peli y la peli me ha parecido mejor (más detalles dentro de unos cuantos párrafos).

Pero... ¿quién mató a Harry?, de Jack Trevor Story

Soy un gran fan de Hitchcock pero hay dos películas suyas que no puedo evitar dormir a ratos: Topaz y Pero... ¿quién mató a Harry?  Después de leer la novela en la que se basa la segunda, me pregunto por qué pensó Hitchcock que podría trasladar a la pantalla la gracia del libro. Porque vale, la novela es graciosa, pero no lo es solo por las situaciones y los diálogos (por una flemática falta de adecuación de los diálogos a las situaciones, por ejemplo), sino también por frases del narrador como esta: "A Mark Douglas le gustaba todo lo que llevara faldas y no tocara la gaita" o esta otra, sobre dos amantes: "Era evidente que estaban casados, pero cada uno con una persona distinta" [traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera], frases que, o bien intentas poner en boca de algún personaje, o te quedas sin ellas en la peli. No sé, en cualquier caso, bienvenida sea la novela.

Logicómix, de Apostolos Doxiadis, Christos H. Papadimitriou, Alecos Papadatos y Annie Di Donna 

Aunque este cómic no es lo que a mí me hubiese gustado que fuese (un libro de divulgación sobre las principales teorías lógicas del siglo XX), lo que sí es (la historia —casi podríamos decir el biopic—de un puñado de personas que trataron de buscar los fundamentos lógicos de las matemáticas y, por extensión, de todo el conocimiento) me ha parecido suficientemente interesante. El dibujo no es nada atractivo, recuerda al de esos folletos oficiales que nos daban en el cole para recordarnos la trascendencia del código de circulación, la prevención de incendios forestales y la higiene dental, pero la historia engancha, a poco interés que uno tenga en la materia. Aprender divirtiéndose, se decía antes. Y no parecía algo malo.

Que no muera la aspidistra, de George Orwell

Si este libro cayese en Selectividad los chavales lo tendrían fácil. Tema: el dinero. Para el protagonista de la novela todo es dinero, incluso las relaciones amorosas, algo que, como entenderán, no le hace ninguna gracia. La novela está empapada de esa amargura tan propia del que dedica todo su tiempo a pensar en lo que más odia. Hay momentos de un nihilismo irrespirable. Demasiado negro, quizá. Orwell es ese tipo que te sigue abofeteando aun cuando ya has recobrado el conocimiento, porque sí, porque algo malo habrás hecho. Ya lo dijo Cyril Connolly: "George Orwell no podía sonarse sin moralizar sobre las condiciones de la industria del pañuelo".

El amanecer del planeta de los simios, de Matt Reeves

El actor que interpreta al líder humano está muy bien escogido. Es tan soso que a su lado los simios parecen todavía más expresivos y carismáticos. El gran avance de los efectos especiales en los últimos años no ha llegado por la vía del realismo (de hecho, los dinosaurios de Jurassic World no son mejores que los de Jurassic Park) sino por la vía de la expresividad (demos gracias a Gollum). En ese sentido esta película es, de momento, su mayor logro.

Under the Skin, de Jonathan Glazer

Ya tenía un altarcito en mi casa para Reencarnación, la anterior peli de Glazer, y ahora voy a tener que ponerle otro a Under the Skin. Tres de las escenas más fascinantes de la década y la banda sonora más perturbadora. Ahí es nada. Para que luego no me vengan con reclamaciones, diré que muchos espectadores la encuentran demasiado abstracta, pretenciosa y aburrida. Muchos otros, como yo, no. Ustedes podrían estar en un grupo o en otro. Salgan de dudas. En el mejor de los casos me lo agradecerán.


Al encuentro de Mr. Banks, de John Lee Hancock

No sé si fue porque tenía el día blando o porque tiendo a bajar la guardia en los transportes públicos de medio y largo recorrido, pero la verdad es que me hizo bastante gracia. Para ser una peli de Disney es sorprendentemente crítica con Disney (el concepto, no el señor). Además, Emma Thompson está francamente divertida en el papel de la creadora de Mary Poppins. Figúrense lo encantado que estaba que incluso me entraron ganas de leer las novelas (y no se me han pasado del todo, no crean).


Mad Max: Fury Road, de George Miller

Hasta en Madrid, donde el cine vale ya 10 euros (o más, si es 3D), se puede dar la entrada por amortizada. Ahora mismo, no hay ninguna otra película en la cartelera donde luzca tanto el trabajo de todos los miembros del equipo. Arrebatadora. Espectacular de principio a fin. ¿Recuerdan cuando vieron Terminator 2 y fliparon? ¿Cuando vieron Matrix y fliparon? ¿Cuando vieron Origen y fliparon? Pues eso, el mayor flipe de los últimos años. No hablemos ya de amortizar, hablemos de beneficios.


It Follows, de David Robert Mitchell

Después de leer todas y cada una de las opiniones que se han escrito en internet sobre esta peli, me voy a atrever a clasificarlas en tres grandes grupos:
1. No da miedo y además está mal hecha.
2. No da miedo pero está bien hecha.
3. Está bien hecha y da miedo.
Yo pertenezco al tercer grupo, el de los miedosos afortunados. Créanme, para mí ha sido como ver en la pantalla una de esas pesadillas de las que te despiertas bruscamente porque la angustia es insoportable. Bueno, vale, estoy exagerando. No he pasado tanto miedo. Pero sí que es cierto que en la idea principal de la película hay un regustillo onírico que enlaza con mis miedos más atávicos. Como esos sueños en los que intentas correr pero te quedas en el sitio. Ese tipo de miedo. Encima está bien dirigida, sin casi ninguna de las concesiones típicas de las pelis de terror. Aquí son los propios encuadres, el ritmo, la profundidad de campo los que producen inquietud. En definitiva, una gozada.


  • Lo que no:

Los 13 relojes, de James Thurber

Para que se hagan una idea, estos son los ingredientes: cuentos de hadas rusos (no me pregunten por qué, pero los rusos son muy de rescatar princesas superando pruebas con la ayuda de objetos mágicos) + Alicia en el país de las maravillas (paradojas, juegos de palabras, personajes extravagantes, rimas) + fantasía de aventuras con extra de ironía (al estilo de La princesa prometida, que es posterior, por cierto). Neil Gaiman lo considera uno de los mejores libros del mundo y, sí, se nota que su obra se inspira en la de Thurber. Hasta aquí todo promete, dirán ustedes. ¿Cuál es el problema? El problema es que se trata de uno de esos libros que pierden gran parte de su gracia traducidos. Un ejemplo: aparecen dos espías que en inglés se llaman Hark y Listen, dos verbos que significan 'escuchar' o '¡escucha!', si se usan en imperativo. Listen, por cierto, es invisible. Pues bien, en la traducción se llaman Chitón y Soplón. No es lo mismo, no. Imagínense La venganza de Don Mendo traducida al inglés. Pues algo así.

Tusk, de Kevin Smith

Olvidar no la van a olvidar. Es una de las películas más grotescas que han pasado últimamente por mis retinas. Si les contase de qué va probablemente no querrían verla. Como la peli aquella del ciempiés humano, que era oír la premisa y dudar de la cordura de sus responsables. Esta otra, miedo, ninguno. Estupor, bastante.

The Town That Dreaded Sundown, de Alfonso Gómez-Rejón

Viene a ser una especie de Scream. Vigila quién llama pero sin sentido del humor y con pretensiones artísticas (fotografía raruna, montaje sincopado, atmósfera vaporosa). Y eso es precisamente lo que no se entiende: si al final lo que vamos a comer son hamburguesas del McDonalds sentados en el sofá ¿para qué te pones corbata y traje?

Orígenes, de Mike Cahill

Ciencia vs. fe en el más allá. Aunque la película intenta mantener un cierto equilibrio entre las dos posturas (el protagonista es un científico escéptico) el tono es demasiado new age para considerarla neutral. Habrá quien la encuentre bonita y conmovedora; a mí, agnóstico y cínico, me dio un poquito de grima. Eso sí, no aburre en ningún momento y tiene un par de escenas memorables. Recomiendo verla a todos aquellos que piensen que soy un pejiguero.


Animals, de Marçal Forés

Igual les suena, esta es la peli del adolescente que tiene un osito de peluche parlante. No, Ted, no. En esta el osito solo cobra vida cuando el chaval está solo, a lo Calvin y Hobbes. La metáfora es obvia. El adolescente se resiste a abandonar la infancia. No hay mucho más en la película. Ni ritmo, ni personajes interesantes, ni diálogos memorables, ni imágenes hermosas. Todo suena a lugar común, a tópico revisitado con el único añadido de una estética filohipster bastante repelente.

14 June 2015

Canciones que deberían ser más conocidas (XVIII)




A partir del 21 de junio los días se van haciendo cada vez más cortos. El verano es la estación del recreo pero también podría serlo de la nostalgia y esta canción viene a recordárnoslo. Empieza eufórica, primaveral, un poco simplona, pero pronto (1:11) llega la melancolía, los atardeceres, el recuerdo de otros veranos (únanse: "do you remember?"), y a partir de ahí lo entendemos: la alegría también es nostalgia, la nostalgia también es alegría; la canción nos lo recuerda una vez más (2:58) y al final muere en una coda extraña que no, que a mí tampoco me gusta. Pero esas dos partes (1:11-2:22 y 2:58-3:54), ay, qué tontorrón me ponen.

An Eluardian Instance - Of Montreal