22 August 2016

Canciones que deberían ser más conocidas (XXI)




Llámenme moñas (no sería la primera vez) pero a mí en verano esto me suena a gloria: el timbre cristalino de la voz, el contrapunto afilado de las cuerdas, los pequeños bajoncillos de intensidad, el optimismo que se impone, los parapapapás (cómo no), los aaahs de fondo con sabor a The Carpenters, el grito negruzco... incluso la deriva final con esos ribetes del piano tan de ocaso en la terraza. Es de 2003 pero podría haber sonado en 'Vacaciones en el mar'. Burt Bacharach estaría orgulloso de ti, Bart.

When You're Sad - Bart Davenport

09 August 2016

Saqueando blogs: El traductor traidor

Hay que ser atrevido (por no decir otra cosa) para hacer una sección como En busca de la traducción perfecta sin ser un experto en la materia. Por suerte hay blogs sobre traducción escritos por gente más sabia.

Como este.




Diez entradas en apenas dos meses, del 31 de enero al 2 de abril de 2015, y ni pizca de desperdicio. Sepan por qué algunas de sus películas preferidas no tienen el título que se merecen.

04 July 2016

Simes y nomes del tercer bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque en el amor no deberíamos conformarnos con menos que un sí o un no.


  • Lo que sí:


Playa de Brazzaville, de William Boyd

Es fácil encontrar los libros de William Boyd  en las librerías de segunda mano (sobre todo Barras y estrellas). ¿Por qué? Cabe pensar que en el pasado las editoriales apostaron fuerte por él y perdieron. ¿Por qué? Cabe pensar que quizá no sea un escritor demasiado bueno. En estas dudas andaba yo, cuando un buen día me enteré de que David Bowie citaba Playa de Brazzaville entre sus cinco libros favoritos*. Decidí probar —mi lado esnob— y menuda sorpresa me llevé. No se va a convertir en uno de mis cinco libros favoritos (luego he descubierto que Boyd y Bowie eran amiguetes) pero sí que es de esas novelas que dejan poso. Está tan bien escrita, tan bien contada, que uno no tiene que hacer el más mínimo esfuerzo para imaginar las cosas. Ahora mismo, casi dos meses después, lo recuerdo todo como si hubiese visto ayer una película. Una película buena. Encima, la protagonista (y narradora) es uno de esos personajes que lo dejan a uno enamorado. Que Vargas Llosa se quede a Madame Bovary, yo prefiero mil veces a Hope Clearwater.

*Corrijo meses después: no eran los cinco libros favoritos de Bowie sino cinco recomendaciones literarias que había hecho a petición de una revista.

La desaparición, de Tim Krabbé

Uno puede haber visto la adaptación al cine holandesa (con actores desconocidos), puede haber visto la adaptación yanqui (con Kiefer Shuterland, Sandra Bullock y Jeff Bridges), puede conocer la historia porque se la ha contado un colega (final incluido) y, aun así, acabará leyendo la novela muerto de intriga, comiéndose las uñas. Directa a mis favoritas de todos los tiempos dentro del género (aviso: esto lo dice alguien que no conoce el género demasiado bien).

Diccionario de cine, de Fernando Trueba

Lo más valioso de esas votaciones que se organizan periódicamente para escoger las mejores novelas/películas/lo que sea del año/la decáda/el siglo/la historia no está en la enésima victoria de El Padrino o de Don Quijote sino en las novelas/películas/lo que sea que solo obtienen un voto y que nunca jamás se han clasificado en lista alguna. Por ejemplo: que Garci incluye Casablanca entre sus favoritas: ¡pues vaya una novedad!; pero también incluye Un extraño en mi vida: ¡joder, esa tengo que verla! Por eso, de este diccionario de Trueba, más que con las filias predecibles o consabidas (Wilder, Renoir, Truffaut, Hitchcock, Bresson, Lubitsch, Sturges), me quedo con los descubrimientos (José Giovanni, Frederick Wiseman, Marcel Pagnol), con la revalorización de nombres que tenía algo olvidados (David Goodis, William Irish, Carl ReinerKathleen Turner) y con un puñado de películas que me muero de ganas de ver (El hombre clave, Une sale histoire, Conocimiento carnal).

Ice Haven, de Daniel Clowes

Cuando se publicó Ice Haven en España casi todo el mundo dijo que era la mejor obra de Clowes. Ya lo habían dicho de David Boring antes —algunos lo mantienen— y poco después lo dijeron también de El Rayo Mortal. Yo pertenezco al grupo, no sé si mayoritario o minoritario, de los que piensan que Clowes tocó techo con Ghost World. Cita Trueba en su diccionario a Borges: "quizá para alcanzar una obra maestra convenga distraerse un poco". Creo que Clowes estaba distraído cuando hizo Ghost World pero desde entonces ya no se distrae lo suficiente (ya saben, hay que estar a la altura de Chris Ware). Ice Haven es demasiado autoconsciente, pedante y monocromo para mi gusto. Leyéndolo se me ha ocurrido que uno de los temas fundamentales en la obra de Clowes es la frustración —quiero algo y no puedo tenerlo, generalmente por culpa de los demás—, pues mucho me temo que Ice Haven tenga un problema de sobretematización: demasiados golpes a un mismo clavo. Entonces ¿por qué está en los simes?, se preguntarán ustedes. Bueno, digamos que me gusta el martillo.

Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill, de Jean Regnaud y Émile Bravo

Díganle a un niño que no le pueden explicar algo porque es demasiado pequeño para entenderlo y, con el tiempo, obtendrán un adulto con debilidad por el subgénero al que pertenece este cómic y al que propongo llamar: soy un niño y los adultos me ocultan cosas. En España tenemos ejemplos ilustres —El príncipe destronado, Secretos del corazón—, por aquello de la Guerra Civil no explicada a los niños. En este caso el problema no es la guerra sino la ausencia de la madre. Si no recuerdo mal, en alguna entrevista Neil Gaiman dijo que muchas veces, cuando leía historias protagonizadas por niños, pensaba: "este tío [el autor] ya no se acuerda de lo que era ser niño". Creo que a Gaiman este cómic sí le gustaría.


  • Lo que no:


La bicicleta estática, de Sergi Pàmies

Sergi Pàmies es un escritor de ideas. El comienzo de uno de los cuentos: "He quedado conmigo mismo dentro de dos horas" (un tipo queda consigo mismo a través de internet). El comienzo de otro: "Le han recomendado tantas veces que busque las respuestas dentro de sí mismo que, un día, organiza una expedición" (un tipo viaja, literalmente, a su interior). En ocasiones la gracia de la idea está en la personificación de conceptos. Por ejemplo: "Llevo años intentando escribir una historia de amor entre el amor correspondido y el amor no correspondido" (el amor no correspondido es un personaje y el amor correspondido es otro). Otro ejemplo: "Erase una vez una vez que no era como las demás" (esa vez distinta a las demás también es un personaje). Además, a Pàmies le gusta el jugueteo metaficcional: "Para contar esta historia necesitamos la sala de espera de la consulta de una dietista diplomada" (un affair entre dos personajes contado como una receta de cocina). El problema es que no le saca ningún jugo a sus ideas, apenas las desarrolla, no construye nada sobre ellas. Llega uno al final del cuento y tiene la sensación de que con el enunciado de la idea habría tenido más que suficiente. Y eso que son cortos.

Mis circunstancias, de Lewis Trondheim

Lo más interesante es el apéndice: los colegas de Trondheim (autores de cómics, como él) tienen un pequeño espacio de "réplica por alusiones" para comentar si están de acuerdo o no con el retrato que Trondheim hace de ellos en el cómic. Con solo un pequeño párrafo, cualquiera de ellos consigue parecer mucho más interesante de lo que parece Trondheim después de todo un cómic dedicado a sus neuras. Trondheim habla tanto de lo poco que se gusta a sí mismo que resulta difícil creerlo: que no, Lewis, que nadie que se quiera tan poco dedica tanto tiempo a hablar de sí mismo y de sus (supuestos) defectos.


Hot Rod, de Akiva Schaffer

Consulto el IMDb:

- Nota: 6,7 sobre 10 (rozando el notable) (flipo: en la Wikipedia hay esto).

- A la gente que aprecia esta película también le gusta... Napoleon Dynamite (6,9), Te quiero tío (7,1), El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (7,2).

No lo entiendo. Recuerdo haberme reído con esas tres pelis, pero ni uno solo de los gags de Hot Rod me ha hecho reír. Debe de ser culpa mía. La mitad de los memes de Julito Iglesias (Y lo sabes...) tampoco me hace gracia.

God Help the Girl, de Stuart Murdoch

Podría haber sido un musical ligero y pop sobre tres chavales resabidillos que acarician la idea que montar una banda, y en parte lo es, pero el fundador de Belle and Sebastian (director y guionista de la peli) se empeña en colar un trasfondo dramático —anorexia, depresión, amores no correspondidos...— que no solo no aporta trascendencia a la historia sino que resulta irrelevante y molesto por lo mal llevado que está. Es probable que a los fans de Belle and Sebastian sí les guste la peli. Yo habría necesitado una banda sonora algo menos lánguida, más del estilo de Lucky Soul.   

21 June 2016

Hermosos y malditos: en busca de la traducción perfecta



In 1913, when Anthony Patch was twenty-five, two years were already gone, since irony, the Holy Ghost os this later day, had, theoretically at least, descended upon him. Irony was the final polish of the shoe, the ultimate dab of the clothes-brush, a sort of intellectual "There"—yet at the brink of this story he has as yet gone no further than the conscious stage. As you first see him he wonders frequently whether he is not without honor an slightly mad, a shameful and obscene thinness glistening on the surface of the world like oil on a clean pond, these occasions being varied, of course, with those in which he thinks himself rather an exceptional young man, thoroughly sophisticated, well adjusted to his environment, an somewhat more significant than any one else he knows.

The Beautiful and Damned, F. SCOTT FITZGERALD



Hoy vamos a hacer algo que nunca habíamos hecho hasta ahora.

    UN LECTOR AL FONDO.— ¿Agradecer a Francia la existencia de Isabelle Huppert?
    EL CONVINCENTE GON.— (Reparando en la baguette que el lector lleva bajo el brazo.) Buen intento. 

No, señores y señoras, lo que vamos a hacer hoy es comparar dos traducciones distintas de un mismo traductor. Porque sí, amigos, a veces los traductores —al igual que los cirujanos plásticos— retocan sus trabajillos.

Para darle un poco de emoción al asunto, no les voy a decir cuál de las dos versiones es anterior/posterior a la otra. Tendrán que adivinarlo ustedes. No se fíen ni un pelo del orden en el que voy a colocar los textos: yo ya sé que ustedes van a pensar que yo voy a pensar que ustedes van a pensar que yo voy a pensar que ustedes van a pensar... [etc.], así que el orden lo ha decidido la suerte.

Hale, ahí tienen. Las diferencias están subrayadas y ennegritadas, que no es cuestión de que se me dejen la vista en la pantallita de su móvil.


****** ALIANZA ******


En 1913, cuando Anthony Patch cumplió los veinticinco años, habían transcurrido ya dos desde que la ironía —el Espíritu Santo de estos últimos tiempos— tuvo a bien descender, al menos teóricamente, sobre él. La ironía era como el toque final a los zapatos, como la última pasada de cepillo a la ropa, una especie de "¡Ya está!" intelectual; sin embargo, al comienzo de esta historia, Anthony no ha hecho más que alcanzar el uso de razón. La primera vez que lo vemos se pregunta con frecuencia si no será un hombre sin honor y algo chiflado, una sustancia vergonzosa y repulsivamente delgada que brilla sobre la superficie del mundo como el aceite sobre un estanque de aguas cristalinas; aunque en otras ocasiones, por supuesto, se considera un joven excepcional, extraordinariamente refinado, bien integrado en su entorno y, hasta cierto punto, más importante que todas las personas que conoce.

Traducción de José Luis López Muñoz

.

**** DEBOLSILLO ****


En 1913, cuando Anthony Patch cumplió los veinticinco, habían transcurrido ya dos años desde que la ironía —el Espíritu Santo de estos últimos tiempos— descendiera, al menos teóricamente, sobre él. La ironía era como el toque final a los zapatos, como la última pasada de cepillo a la ropa, una especie de "¡Ya está!" intelectual; sin embargo, al comienzo de esta historia, Anthony no ha hecho más que alcanzar el uso de razón. La primera vez que lo vemos se pregunta con frecuencia si no será un hombre sin honor y algo chiflado, una sustancia vergonzosa y obscenamente delgada que brilla sobre la superficie del mundo como el aceite sobre un estanque de aguas cristalinas; aunque en otras ocasiones, por supuesto, se considera un joven excepcional, extraordinariamente refinado, bien integrado en su medio ambiente y, en cierto modo, más importante que todas las personas que conoce.

Traducción de José Luis López Muñoz


Si aciertan, ganarán dos puntos de autoestima que podrán lucir en sus próximas reuniones sociales.

Una pista: yo soy incapaz de ver una de las traducciones como una versión mejorada de la otra. Prefiero la de Alianza en añosentorno, y la de Debolsillo en descendiera, obscenamente y en cierto modo.

08 June 2016

No es un hombre, no es una mujer

Ayer en 8 Madrid TV me topé con este documental, de cuya existencia no tenía ni la más mínima noticia:




Dieciséis datos que quizá les interesen:

1. "No es un hombre. No es una mujer. Es una muñeca... vestida de azul": frase promocional de la película.

2. Se estrenó en 1983. Otras películas de ese mismo año: Flashdance, La fuerza del cariño, Superman III, Entre tinieblas y El retorno del Jedi.

3. Sinopsis:
La veraz historia de unos personajes reales: Lorenzo, René, José Antonio, Paco, Juan y José y de cómo y por qué se convirtieron en Lorena, René, Nacha, Eva, Tamara y Jossete respectivamente.

4. Por si no lo habían deducido ya: las seis  protagonistas son travestis (así se denominan ellas mismas).

Renée

5. El hermano de una de ellas dice en un momento de la película que prefiere que su hermana sea así antes que carterista o "subnormal en una silla de ruedas".

6. La película combina recursos típicos del género documental (entrevistas a cámara, escenas de su vida cotidiana, encuentros preparados de las protagonistas con sus familiares) con otros un poco más chocantes (voz en off de las protagonistas, recreaciones estilizadas de momentos de su vida íntima).

7. El director es Antonio Giménez-Rico, colaborador habitual de Qué grande es el cine, el programa de Garci.

Antonio Giménez-Rico

8. Tamara (ver foto) es de etnia gitana.

9. Una de las protagonistas tiene que presentarse en la oficina de reclutamiento. El funcionario le pregunta el nombre (ella lo dice), la fecha y el lugar de nacimiento (los dice), el nombre de sus padres (los dice) y la religión que profesa: "soltera", dice. No es una broma, es un error (la siguiente pregunta es el estado civil). Aclarado el malentendido, el funcionario anota "religión: ninguna".

10. Si ponen en Google el título de la película + blog, encontrarán un blog que considera Vestida de azul una película de culto.

11. Ninguna de las protagonistas es partidaria de operarse los genitales.

Tamara

12. La película incluye casi cinco minutos de imágenes de una operación de pecho.

13. En internet también se puede encontrar una crónica del Festival de San Sebastián que Ángel Fernández Santos publicó en El País en septiembre de 1983. La crónica se titula: "Giménez Rico ofrece en Vestida de azul la superficie de los travestidos". Fernández Santos opina que la película no aborda "el fondo de este lado extremo de la homosexualidad."

14. La fotografía es de un reconocido profesional: Teo Escamilla.

15. En otra de las escenas, tres de las protagonistas están reunidas con varios amigos homosexuales en el bar donde trabajan. Uno de los amigos pregunta: "Si existiese una pastilla que te la tomases y te convirtieses en heterosexual, ¿os la tomaríais? Yo no." Otro de los amigos dice: "El homosexual es el ser más perfecto que existe". Una de las protagonistas apostilla: "Todos los hombres son maricones. O les gusta dar o tomar."

Mayte

16. En la película se ve España tal cual era en los años ochenta. La ropa. La forma de pensar. La manera de hablar. Con el paso del tiempo, Vestida de azul —al margen de su calidad— se ha convertido en un documento.




* Al terminar de escribir la entrada, descubro un artículo en Jotdown que convierte en banal todo mi esfuerzo divulgativo. Le robo tres fotos.

25 May 2016

Que no, que no me la toques otra vez

Si algo hemos aprendido de Mortadelo y Filemón es que la música se puede usar como instrumento de tortura.

¿Se acuerdan?

Sabemos que George Orwell no leyó Mortadelo y Filemón porque en 1984 (la novela) el gobierno totalitario del Gran Hermano tortura a los disidentes enfrentándolos a sus mayores miedos y no a sus canciones más odiadas.

rat mask

Con estas dos imágenes en la retina, Mortadelo y Filemón y 1984, espero que entiendan el peligro que corro al revelarles lo que les voy a revelar a continuación: las cuatro canciones con las que la Policía, el Ejército o el Gobierno podrían hacerme confesar lo que ellos quisieran. Que fui yo quien enseñó inglés a Ana Botella, por ejemplo.

Lo sé. También yo estoy temblando.

Pero antes de seguir, una pequeña aclaración. No se trata de canciones que haya odiado desde el primer momento que las oí. Al contrario, son canciones que en un principio seguramente me parecieron resultonas y que incluso es probable que haya tarareado alguna vez con distraído agrado. De hecho, todas ellas son especialmente tarareables. Pero del mismo modo que Julio Iglesias ha superado con creces el capital solar con el que nació y solo en perjuicio de su tersura puede exponerse al sol de Miami, hace tiempo que yo he superado el número de veces que puedo escuchar estas cuatro canciones sin riesgo para mi salud mental.

Ahí las tienen.

Evito las verbenas como los vampiros evitan Benidorm.

Don't Worry Be Happy - BOBBY MCFERRIN
He visto a siniestros sangrar por los oídos al escucharla.

Mambo No. 5 - LOU BEGA
Doy gracias a Dios por no llamarme Mónica.

Corazón de neón - LA ORQUESTA MONDRAGÓN
Si cantas el estribillo delante de un espejo se aparece Anne Igartiburu.


Ya pueden hacer conmigo lo que quieran.



*Me he dado cuenta de que algunos lectores pueden pensar que frivolizo con el tema de la tortura. Les aclaro que estoy en contra de cualquier forma de tortura y que apoyo a las víctimas. Soy una buena persona: no tengo twitter.

05 May 2016

Simes y nomes del segundo bimestre

Sí o no, sin términos medios, porque para escurrir el bulto ya tenemos a Suiza.


  • Lo que sí:


Open, de Andre Agassi y J. R. Moehringer

Confieso: Nunca he visto un partido de tenis entero. No soy capaz de retener las reglas más elementales del sistema de puntuación.  Confundo a Bjorn Borg con Boris Becker. Me acuerdo de que existe Nadal cuando lo veo en los anuncios. Y a pesar de eso, voy y me leo las memorias de Andre Agassi. Y me gustan. Se les nota la mano de Moehringer, sobre todo en el desarrollo de las líneas argumentales y los motivos, pero en este caso la estrella es el personaje: alguien que sale a jugar un torneo internacional con un postizo para ocultar que se está quedando calvo tiene todas mis simpatías. Eso es un ser humano. Y aunque no me acabo de creer a Agassi cuando habla de temas espinosos (drogas, dopaje, divorcio), por lo menos no los evita. La edición, por cierto, me parece muy confortable, desde el tacto y la flexibilidad de las pastas al color del papel, pasando por el tamaño de la letra y el peso.

El coleccionista de juguetes, de James Gunn

¿Soy el único que no sabía que el director de Guardianes de la galaxia había escrito una novela digna de atención? Y digo "digna de atención" por moderar un poco mi entusiasmo porque en realidad para mí ha sido la mayor sorpresa del bimestre, la novela que más alto ha llegado con respecto a las expectativas iniciales. Probablemente no sea tan buena. No lo sé. Igual es cosa mía: una especie de hipersensibilidad al tema del paso del tiempo, una debilidad personal que también podríamos llamar comienzo de chochera. ¿Creen ustedes que al crecer ganamos o perdemos? ¿Alguna vez sienten que hacerse mayor es una estafa? ¿Se han convertido en el adulto que esperaban ser de pequeños? La novela da una respuesta amarga a estas cuestiones. Es triste, muy triste, pero también muy emocionante.

Un holograma para el rey, de Dave Eggers

Cuando h/ojeo un libro y me encuentro párrafos largos y densos sin apenas puntos y aparte, resoplo y pongo los ojos en blanco. La pereza que me invade es similar a la que sentiría si me invitasen a una conferencia de cuatro horas en la que hay que estar todo el rato de pie. Con Eggers esto no pasa. Eggers nunca se olvida de poner sillas, muchas sillas. En este caso: el texto está dividido en secuencias cortas (de menos de una página, la mayoría) separadas entre sí por renglones en blanco. Sí, amigos, truquito del mes: los renglones en blanco harán más cómoda la lectura de tu texto. Hazme caso, tus lectores te lo agradecerán. Aparte de esta tontería no tengo mucho más que decir. Ha sido una lectura agradable, que se ha adaptado perfectamente a los hábitos de lectura que me puedo permitir entre semana (es el libro ideal para leer antes de coger el sueño: la división en secuencias cortas hace que sea muy fácil dejarlo y retomarlo en casi cualquier punto) pero tengo que reconocer que dista mucho de ser una gran novela. De hecho, me temo que es una obra bastante menor en la trayectoria de Eggers. Pero entretiene y consigue transmitir el desconcierto en el que nos encontramos por culpa de la crisis del 2008, de la globalización de la economía, de la tensión occidente-islam y de eso que los sociólogos llaman "relaciones líquidas". Hay película en marcha (me la imagino como una especie de secuela de Up in the Air, que tampoco estaba mal, ¿no?)

Los viernes en Enrico's, de Don Carpenter

Me cito a mí mismo: el estilo de Don Carpenter "tiene una fluidez adictiva". Es coger el libro y no querer soltarlo hasta el final, sin importar qué serie tengas pendiente. No cansa, no decae, no afloja. Tiene una facilidad engañosa (engañosa porque no es tan fácil como parece escribir así). Y luego está el enorme mérito de crear un puñado de personajes que, a pesar de ser escritores, no son unos pedantes, ni unos redichos, ni unos intensos, solo seres humanos que se dedican a escribir (y no precisamente obras maestras). Podría ponerle alguna pega (ese final...) pero teniendo en cuenta que esta novela podría haberse quedado metida en un cajón por los siglos de los siglos —Carpenter la dejó inacabada, sus familiares la rescataron de los papeles que dejó a su muerte y la terminó Jonathan Lethem— creo que el sentimiento adecuado ahora mismo es gratitud.

Las crónicas de la señorita Hempel, de Sarah Shun-lien Bynum

Me ha sorprendido encontrar en internet tantos comentarios negativos sobre este libro. Que si está mal escrito, que si la protagonista es una sinsustancia, que si está sobrevalorado, que si no pasa de ser chick lit con pretensiones, etc. Y no entiendo la saña, la verdad. Es cierto que los elogios de la faja (¡Franzen!) son un tanto grandilocuentes para lo modesto que es el libro, pero ¿quién se cree las fajas? Las fajas son los padres. A mí me han gustado el tono entre irónico y tierno, la credibilidad de algunos detalles y las reflexiones de la protagonista sobre la enseñanza. Para mí, suficiente.

The Tribe, de Miroslav Slaboshpitsky

No estoy muy seguro de que esta película me haya gustado pero tengo claro que me ha gustado verla. ¿Por qué? Porque una cosa así no se ve todo los días. O mejor dicho, una cosa así no se ha visto nunca antes: todos los personajes se comunican mediante lenguaje de signos (no se oye una sola palabra en toda la película), los diálogos no están subtitulados, no hay música de fondo, está rodada únicamente con planos secuencia de encuadre muy abierto. El resultado es extraño, a medio camino entre el teatro, el cine mudo y la performance del arte moderno. La historia, bueeeno, digamos que es un poco novelón de Zola: la vida en los bajos fondos, crimen, prostitución, violencia y sexo. Pero todo muy seco y frío, como un informe entomológico. No es de llorar, no.

The Thin Blue Line, de Errol Morris

El padre de todos esos documentales tan de moda últimamente que tratan sobre lo peligroso que es en Estados Unidos que la poli te tome como principal sospechoso de un crímen, al margen de que haya pruebas concluyentes o no. Ya saben: Paradise Lost, Capturing the Friedmans, Making a Murderer, The Jinx... Este es pionero en el uso de las recreaciones con actores para ilustrar las distintas versiones de los hechos. En comparación con los ejemplos más actuales del género resulta mucho menos efectista y manipulador y, quizás precisamente por eso, también menos apabullante, pero la narración está llevada con muy buen pulso, no se recrea en los aspectos más morbosos y sigue siendo valioso como denuncia de las grietas del sistema.

Lilting, de Hong Kahou

Si algún día quieren ustedes hacer un drama que me conmueva hasta los huesos pueden recurrir a dos argumentos infalibles: 1. un adolescente que se acaba suicidando, 2. alguien incapaz de superar la muerte de su pareja. Pero no los combinen, la combinación —alguien incapaz de superar el suicidio de su pareja— no me conmueve lo más mínimo. Pueden tomar esta película como modelo. Cada vez que Ben Whishaw habla de su chico muerto, con esa contención y esa entereza, a mí se me hace un nudo en la garganta. La película tiene algo de melodrama, dicho sin ninguna intención peyorativa; hay un personaje que sufre un martirio injusto (Ben Whishaw, a manos de la madre de su pareja) y pequeños malentendidos que hacen que los sentimientos se recuezan, aunque nada se exagera ni se desboca. Es inglesa, claro. Pero sí, esta sí es de llorar.

El novato, de Rudi Rosenberg

Hace poco leí en algún lado que la comedia necesita una víctima, alguien que lo pase mal. Nos reímos de las caídas, de los tartazos en la cara, de las bromas de cámara oculta. En esta película el protagonista lo empieza pasando mal. La primera media hora (o más) no se diferencia demasiado de la típica película de instituto con protagonista marginado (en este caso por ser nuevo) y salvo algún personaje secundario no es especialmente graciosa. Sin embargo, a partir de una escena que no les voy a destripar, la película se vuelve cada vez más y más divertida y uno se ríe, no porque nadie lo pase mal, sino por todo lo contrario. No lo puedo explicar mejor, es algo que se contagia al verla. Mi comedia favorita de lo que va de año. Simpática a más no poder.

Kiki, el amor se hace, de Paco Léon

Ya hay quien dice que Paco León es el nuevo Almodóvar, entendiendo por Almodóvar el Almódovar atrevido y revoltoso de los inicios y mediados. Estoy de acuerdo. Todo lo que los espectadores se rieron de menos en Los amantes pasajeros se ríen ahora de más en Kiki, el amor se hace. Hay una palabra que van a encontrar en todas las críticas: vitalista. Termina la peli y uno no tiene ganas de irse a dormir. No todo funciona, eso también es cierto. A mí, por ejemplo, la historia del médico no me gustó demasiado. Pero Paco León consigue que lo bueno destaque más (Belén Cuesta, la escena de la llamada de telefónica).


  • Lo que no:


Los miércoles no existen, de Peris Romano

Hace poco Fernando Marías decía en El Cultural que en España se hacen demasiadas comedias, un género que él, salvo contadas excepciones (El gran Lebowski, Abierto hasta el amanecer), detesta. Viendo esta película uno tiene la tentación de darle la razón a Marías. No es graciosa, no tiene ritmo, a los diálogos les falta chispa, tira demasiado del tópico y del lugar común, los números musicales son aburridos y átonos. Pero no creo que tenga nada que ver con que sea española. En media hora de la peor serie española de humor que echen ahora mismo en la tele hay más gags efectivos que en toda esta película.

The Double, de Richard Ayoade

Grimosa e irritante. El quimérico inquilino dirigida por un imitador de Wes Anderson. Esto no pretende ser un elogio: no soporto El quimérico inquilino, imitar a Wes Anderson solo puede llevar a reproducir lo peor de Wes Anderson. El absurdo humorístico me encanta; el absurdo opresivo y onírico, como el de esta película, me exaspera. No. No soy el espectador ideal para El doble.

Goodnight Mommy, de Severin Fiala y Veronika Franz

Algunos medios (El País) la han presentado como la película más aterradora de los últimos tiempos. Titular: "Si ves este trailer no podrás dormir esta noche". Bobadas. No da ningún miedo. Se lo dice un adulto incapaz de dormir totalmente a oscuras. Pero el problema no es solo que no dé miedo —a mucha gente tampoco le importa que The Babadook no dé miedo—, el problema es que esta película ya se ha hecho antes y mejor. La idea principal es tan parecida a la de un clásico de culto cuyo título tendré la delicadeza de omitir que casi parece un remake, sin serlo. Y no es la falta de originalidad lo que me molesta, no. Es la torpeza de las estrategias narrativas, más evidente todavía al compararla con la maestría de la otra.

El clan, de Pablo Trapero

Está basada en un caso real pero no consigue explicar nada de lo que sucedió en realidad. No queda claro cómo ocurrieron las cosas. Demasiados cabos sueltos. Por ejemplo, ¿los miembros más jóvenes de la familia, sabían o no sabían lo que hacía su padre en el baño del fondo del pasillo? La película da a entender que no lo sabían pero tal y como está contado es imposible que no lo supiesen. Otro ejemplo: no profundiza en la que parece haber sido una de las claves del suceso: la relación del clan con las autoridades militares. Sin eso el espectador que llega de nuevas siente que le falta contexto. "Pues lee un poco de historia antes de ponerte a verla", me pueden decir ustedes. Pero es que para eso ya me lo leo todo y así no solo me entero mejor sino que me ahorro las dos horas de película. Eso sí, me perdería un plano impresionante que hay hacia el final y que es ver para creer.

La invitación, de Karyn Kusama

El protagonista acepta la invitación de su exmujer a una cena en la que se van a reunir todos los amiguetes que tienen en común. Nada más llegar se da cuenta de que su exmujer y su actual pareja se comportan de una forma extraña, como si tramasen algo. Ya hemos creado un clima de tensión. ¿Y qué hacemos entonces? Nada. Durante más de una hora no ocurre absolutamente nada que haga avanzar ese planteamiento inicial. Todo es apuntalar sospechas tibias, evocar un pasado trágico y sonreírse mucho los unos a los otros. Cuando el espectador ya está harto de conversaciones insulsas y flashbacks innecesarios, los acontecimientos se precipitan por el lado más previsible del asunto y la cosa se resuelve en diez minutos muy poco trepidantes. La sensación es de pérdida de tiempo.